El renacimiento del estado represivo
Jue 15/10/2009 - 00:22
Comunidades Indígenas
Por: Roland Denis
En la medida que uno y otro compañero pasan a las listas de quienes morirán con honor y gloria, sembrados bajo la rabia de la impotencia de una sangre que ya no sabe responder ante la piel asesinada, probablemente valga la pena recordar dolores, recordar las épicas por que cada uno de esos cuerpos pasó hasta que la muerte, o mejor dicho, hasta que las máquinas de muerte hayan hecho lo suyo.
Sí, cada quien es un recuerdo hermoso que vale la pena por alguna razón conservar, hacer que perdure y se convierta en memoria histórica. Sí, si, al menos eso es lo que acostumbra la ritualidad revolucionaria cansada ella misma de tanta pérdida, de tantas veces que se vacía por complemeto el sentido mismo del vivir. Pero, ya va, volvamos atrás y antes preguntemos ¿quièn dijo que la muerte existe?, ¿quién dijo que los despidos se hacen con lágrimas?, ¿no están las lloronas para eso?. Haber perdido la capacidad de responderle a la máquina de muerte del estado, el paramilitarismo, el sicariato, en su propio terreno no es sólo una prueba de debilidad, a lo mejor hasta de cobardía, es también la prueba de la pérdida de explicación del porqué está sucediendo todo esto. Un punto verdaderamente concreto de una razón muy cobarde que no se atrave ni siquiera explicarse ella misma algo y prefiere llorar, “denunciar” ante la “opinión pública”, prefiere esperar por los ajustes justicieros de una justicia que no solo no le pertenece sino que es el brazo legalizado de las mismas maquinarias de muerte. Claro se llora porque se llora por el muerto, porque duele un hijo, un amigo, un camarada, un hombre, una mujer. Pero, digámoslo así para conservar amistades, por detrás del espejo, escondidos, lloramos por nosotros mismos, lloramos esa cobardía que nos impide safarnos de la muerte y respoderle al menos con la mas clara luz de la verdad que la explica. Por eso la explicación se queda siempre arrinconada en la lágrima que corre, en la rabia que ya no sabe gritar, y quizás ni siquiera llorar sin lágrima delante; eso sin lágrima a pulso libertario que no sabe distinguir entre el justo dolor y la única respuesta justiciera que recobra el sentido del estar vivos.
Hace unas semanas por milagro quedó vivo cerebrarlmente José Pimentel dirigente agrario de Cojedes, después de recibir el tercer atentado en su contra de parte del sicariato terrateniente de la zona con un disparo en la cabeza. Pero ahora, otra vez, le toca a los compañeros de la Sierra del Perijá. Ya se sabe Chaktapa, lugar central de la resistencia más importante del pueblo indígena venezolano en los últimos años, lugar de vida y habitación del cacique Sabino Romero y su familia, fué atacada dejando hasta los momentos dos muertos, un desaparecido, Sabino bien herido. Pero aquí hay algo que ha pasado muy particular y fuera del común de los aseisnatos que hemos recibido. Las fuerzas militares en exacta lección colombiana, después de la acción paramilitar de los sicarios han rodeado la zona “subversiva”, dejandola compltamente aislada del resto del territorio. ¿Qué quiere decir esto?, que hay un estado represivo y paramilitar formándose no a espaldas de nosotros sino bien delante, haciendo parte del espectáculo hediondo que forjaron el 12 de Octubre dándole migajas de justicias a nuestros indígenas que ¡al fin! el poder blanco los reconoce y hasta dice que los trata bien. Es que erz patético ver al gocho de Fredy Bernal hablar en nombre de la indianidad y la bravura indígena en pleno Panteón Nacional. Que malditas mierdas, haciendo exactamente lo que ha hecho siempre el blanco peninsular o de orilla, esconder, dividir, fiestar, burlar, expropiar, repartir chiquito, fragmentar, matar. Mire señor Al Sami o como se llame, señorito ministrísimo de justicia, si aquí hubiese revolución, o al menos un poquito de revolución de verdad verdad, en estos momentos estaría usteded y su amigazo Diosdao Cabello, supremo comandante misterial y acompañante suyo en las amenazas previas que se le hicieron a las comunidades indígenas del Perijá, ante un fical popular que en menos de menos, le exigiría respuesta de sus actuaciones dentro de la Sierra el día 12, comprendida una explicación en detalle de aquel fraude supremo de la “repartición de tierras”, y un abogado que los acusaría de responsabilidad política directa en la masacre ocurrida, pidiendo para ustedes las mismas consecuencias que la ley revolucionaria reclama. …En fin que carajo, basta de escribir, el estado represivo de ayer vuelve en toda su carga. En Puerto La Cruz, Barquisimeto, Cumaná o Araya el movimiento obrero y urbano está hasta el culo de denunciarlo, algunos llorando, por ahora…otros ya empezaron movilización…
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