CAROLA CHÁVEZ
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Ya que estamos en plena discusión interna, muy interna, para la selección de nuestros candidatos lista, yo, siempre metiche, quisiera describir al candidato que no quiero.
Se trata de un sujeto, o “sujeta”, cuyo discurso invoca hasta el empalagamiento al poder popular, manoseándolo, vaciándolo de sentido, temiéndole sin saber disimularlo, subestimándolo, pretendiendo cautivarlo con la promesa de cumplir las promesas que no ha cumplido, materia de arrastre de tiempos recientes, en otras funciones, en otros despachos.
Sonriente, dichoso portador de un teléfono por el cual recibe órdenes directas de Él, que le pide, que “o tú o nadie”, que por favorcito sea candidato. Un teléfono que jamás suena en la soledad de un baño, noooo, un aparatico que sólo sabe sonar cuando hay testigos en quienes sembrar la duda.
Mi anticandidato viste de rojo rojito, de arriba a abajo, por dentro y por fuera, en un intento inútil por sepultar la adeca blancura que embarra su alma. Y no es que haya sido militante adeco en tiempos pasados, es que se descubrió adeco apenas probó un bocadito de poder. Mi anticandidato creyó en la justicia social mientras que el sueldo no le alcanzaba, ahora le parece una injusticia social la ley que le pone tope a su exorbitante salario.
Mi anticandidato sabe citar a mi Presi, a Fidel, y a Bolívar, por supuesto, lo lleva siempre en los labios babosos, mi pobre Bolívar, muerto del asco y rabia, en boca de otro traidor. Experto en marxismo, lo tiene clarito: el socialismo es el camino a predicar pero nunca el camino a andar, al menos no él, o ella, que ahora sabe ser rico no es malo. Lo malo, lo único malo, es que debe disimularlo…
Quisiera salir del closet, piensa el anticandidato. Con ese realero que tengo y no puedo lucirlo ¿O si puedo? Además, ¿qué van a saber esos tierrúos que mi portacelular es Gucci y que me costó sueldo mínimo y medio? Ya está, que salgo y si alguien me dice pío lo acuso de infiltrado, alborotador, contrarrevolucionario, y si dice ñe le mando a mi gente en cayapa y “llegaremos a las más altas instancias, hasta las últimas consecuencias, a la Dirección Nacional y… –¡riiing! sí, soy yo, sí mi comandante presidente, a sus órdenes como siempre, sí chicoooo, tú sabes que no te voy a fallar– qué fastidio con este teléfono directo a Miraflores ¿En qué estaba? Ah, en qué ¡Ay! de ti si vuelves a decir ñe”.
Ese, que se lanza para todo, que a codazos y empujones siempre sale en la foto, que estorba a peso muerto como quien no quiere la cosa. Ese que, en nombre de la disciplina, niega el voto consciente. Así es el anticandidato que no quiero.
Ahí están nuestros votos, vengan, pues, los candidatos.